Deslizándose por la vida, esta vez con los ojos cerrados, esperando una solución que ella no fue capaz de encontrar. Con la respiración acelerada, tomó una bocanada de aire y percibió la humedad. Pronto llovería. Encontrando consuelo en la idea de que aquella tormenta venidera jamás mermaría, y que con el golpeteo incesante de las gotas en los tejados, acallaría sus pensamientos cada vez más entresijados. Un valium o dos, quizás prozac y vicodin, cualquier cosa para anestesiar las punzadas. Un nudo en el estómago, un nudo en la garganta y otro más en la espalda, imovilizada.
Detuvo su andar de madrugada en medio de aquella calle en desolación y el viento helado la abrazó, sobrecogiéndola, poco a poco, lentamente escabulléndose por su piel. Cerró los parpados, escapó de su cuerpo. Era aire, era agua. Evocó al pasado en un segundo, mientras el semáforo seguía cambiando las luces eternamente y la noche le supo a nostalgia. Sacó la botella de su morral de cuero y dio un trago, profundo, amargo. Encendió un cigarrillo y aspiró su humo con fuerza llenando sus pulmones de tranquildad. Dejando sola a la soledad. Embriagada de incertidumres y vacios inconclusos, pasiones en slow motion, compañias languidecidas y su mirada de a ratos taciturna, así continuó su caminar nocturno, sin rumbo, sin reloj, sin pasado, sin futuro. Rendirle culto al silencio en la calma de una ciudad durmiente.
4 comentarios:
Wow, me encantó ♥
majestuoso nena, me encanto :) besooo!
Yo siempre le rindo culto cuando tengo ocasión. Preciosa entrada.
Adoro la imagen. Y el texto.
Publicar un comentario