domingo, 30 de mayo de 2010

Ella

Sentía que cada vez más frecuentemente que había algo malo en su cabeza. Todos esos sueños no podían significar nada en absoluto y ahora esta liberación mental que la hacia sentir tan bien, tan irremediablemente plena, ir admitiéndolo gradualmente y largar una carcajada casi frenética al aire y que se repitiera una y otra vez en las paredes de aquella casa solitaria. No habia para ella nada más satisfactorio que encontrarse alli consigo misma y nadie más que ella y su reflejo desnudo en el vidrio que ya estaba empañado por su lenta y acompasada respiración, sin la censura del arrepentimiento, sin el terror de abrir los ojos, sin el dolor de una mentira, de fingir ser alguien que no era y tratar de convencerse de ello y a su vez ese sentimiento contrarrestado por esa profunda verguenza que fundía sus colores con la culpa y el miedo como una pintura al óleo del mar. Como nubes cuando se avecina una tormenta.

Quisiera poder hacer que su mente se borrara completamente y dibujar ella misma sus memorias, elegir una tiza y dibujarse a si misma de la forma en que ella quería verse, contorneando el mundo que ella veia con los ojos cerrados.
Y mientras una lágrima gira por su cara y estalla contra el marmol frio ella grita.
Satisfacción, placer, miedo, verguenza, confusión. Todo se arremolinaba ante sus ojos entrecerrados y ella gritaba. Todos esos días de introspección finalmente mostraban su lado oscuro, pero al fin se mostraban. Salían a la luz y ella era un océano de confusiones y a su vez certezas. O acaso eran certezas confusas?
Sin nada que protegiera la fragilidad de su cuerpo de niña finalmente convertida en mujer y el más fuerte y resistente que yo haya conocido jamás, ella levanta los brazos, su piel llena de dibujos creados por la mano de una adolescente asustada, ignorada, rebelde y muda. Ya no hay vuelta atrás piensa y rie haciéndose eco en la blancura. Relaja su cabeza hacía atrás, dejandose llevar hacia el éxtasis.

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