jueves, 20 de octubre de 2011

Dejar brotar el rojo que entibia la herida, que cubre al morado y lo transforma en algo que no quiere ser, desesperado por un poco de anestesia. La piel chamuscada reclama, en un alarido inaudible. Nadie escucha. Nadie llama.

El tiempo que estuvimos encerrados en aquella habitación no puede ser medido con agujas, mas si puede ser juzgado por este cuchillo y mientras las escenas de mi pasado recorren mi cuerpo súbitamente, la película de mi existencia fluye y enardece mi cuerpo. Viví demasiado, tantas memorias olvidadas, llenas de polvo en algún lugar rezagado del subconsciente que ahora se dignan aparecer. Entorno los ojos para comprender; quisiera poder divisar nuestras figuras en los negativos traslúcidos, pero la luz es insuficiente. Me recuesto en la cama, cierro los ojos, te envío un mensaje que nunca supe si llegó a tus oidos ni a tus ojos. Abro los míos. Las yemas de sus dedos de nuevo entre mis piernas, reclaman su posesión perdida. No hago más que alejarme. Cómo huir cuando estás prisionera en cuatro paredes, tan lejos de casa. Tan lejos de un lugar que en realidad no existe, que es solo un anhelo infantil. Te pido ayuda y grito, pero ya cerraste las cortinas. Me soltaste la mano y miraste atrás, también a tu pasado. 
Soy el horizonte que enceguece. El cielo en llamas, buscando al mar para que lo apague y finalmente dormir en paz.
La madrugada fría una vez más, la distancia, lo que conocemos de hace tanto pero a su vez se ve transformado y cambiado en nuestra perspectiva. Siempre siguiendo el hilo del deseo, y yo siempre cortando lazos. 
La espera taciturna por el tren; Me recorrés el cuello con tus labios y no puedo negarme porque mi voluntad se fue junto con mi cordura. Solo siento el rechazo y el asco, carcomiéndome las entrañas. Sólo escucho el silencio de la noche y el vacío de tus palabras. Tu pecho contra mi espalda, tu pelvis contra mi pierna. La muerte misma acechante y espectante de mi debilidad. Pero elijo vivir una vez más.
Somos un negocio, un trueque entre mi deterioro y tu frivolidad.


La evasión, lo único que resta es mi propia oscuridad a la que estoy atada, casi en un vínculo conyugal. Aprendimos a convivir, a tolerarnos. Ella me contiene, me retrae de este mundo al que fui forzada a habitar. Como un pez que asoma por primera vez la cabeza a la superficie, mi penumbra y mis demonios me ahogan en mi interior y a su vez son mi primer y último halo de aire. Es mi rol en esta relación alimentarla, recrearla, modelarla, vestirla. Como a una hija, como una pareja dependiente. Y es que eso somos. Y así nos aferramos la una a la otra para continuar existiendo- Esta simbiosis es lo único que conozco. Porque cuando la totalidad en mi panorama es una sumatoria de costillas, omóplatos, nucas y clavículas, mis fantasmas son los únicos que me escuchan, los únicos que me dan respuestas.