domingo, 8 de septiembre de 2019

Cala hasta los huesos
la calamidad del verso
No sé que quiero decir
en lo complejo de mi texto

Disociada
tu esencia en mis manos,
una daga.
Vulnerabilidad, la vulva
y tus lágrimas lejanas

Me veo desde afuera
en esta película
la trama: la trampa
de la sangre,
seca en la frazada.

Levantó la taza
deslizó sobre mi piel 
una mancha hirviente
y la absorbí
Hasta que se enfrió
Hasta que quedó
seca
y me dejó
marcada para siempre

Desplegó entonces
sobre mi superficie
un líquido tibio ,
transparente
que cayó
pesado de silencio

Lo absorbí

mientras escuchaba
como arrastraba la silla hacia atrás
y como luego
crujían las tablas
del parquet desvencijado
bajo sus pies.
Escuche como trazaban su circulo
y como acercaba la silla de nuevo.

Un suspiro
Frustrado,
frustrante.

Me pinchó
Clavó con todas sus fuerzas
la punta de la lapicera a pluma
y me rasgó furiosamente
salpicando esa tinta negra, espesa
por todas partes

Sus letras no respetan mis renglones.

Sus letras
por momentos corren, fastidiadas
caminan , ansiosas, fingiendo calma
y por momentos
también
se detienen,
hundiéndose y hundiéndome
en una oscuridad abisal
que parece deshacerme

Me tatúa con su caligrafía
desprolija
que insurrecta,  sube y baja
en mis líneas perfectamente  derechas.

"Qué placer verte otra vez
nos decimos, sin hablar"
escribió, distraída, en el margen izquierdo
entre mis dos perforaciones,
ese fragmento cliché de aquella banda
de rock tan sobrevalorada.

Me raspó al tachar las palabras
"qué placer"

dejó la punta de la pluma
apoyada sobre mi un rato
un rato largo, inguino.
al tiempo que su mirada
me corroía.

y entonces
me despedazó por la mitad
me arrugó,
me hizo un bollito
que apretó muy fuerte
y me tiró por la ventana.