lunes, 23 de enero de 2012

Mi silencio y la soledad,

el tiempo arrebatado de las manos y el aire consumido. Esas hojas de otoño que ya no puedo recorrer. Mis colores ciegos.
Mi ausencia y el olvido; la astucia del viento que recorre nuestras pieles rememorando el camino hacia nuestro pecho. El suspiro cómplice. Nuestras manos.
Todos aquellos cigarrillos, el humo fundido en los vidrios nublados como mi espíritu. Vago esta noche en vela, esperando encontrar algo en vos que hace tiempo perdí de mi.
Revuelvo el café como en viejas rutinas de madrugadas insómnicas pero no me encuentro, no te encuentro; las melodías que traían paz son agrias, mis pómulos húmedos arden y el espejo devuelve una mirada  desconocida e insensata. Esas seguridades y certezas, esa persona que creía tener el mundo en su garganta ahora es un estropajo estático y moribundo. 
Despegar los labios y respirar desesperadamente, por la mente que no para de maquinar, que nunca calla y taladra hasta matar. Necesito la luz y mi aire prófugo, mi sombra plasmada en esta pared desaparece sigilosamente y me abandona, dejándome ahora si, completamente sola, rogando por que vuelva y ahuyente estas horas maltrechas.
Faltan los minutos y falta el espacio, queman los días de verano en el recuerdo de mi juventud robada.