domingo, 20 de julio de 2014

Me encontré con el pasado y juntos subimos al ascensor, marqué el piso 3 y el pasado y yo subíamos riendo pero jamás llegamos a destino , las luces de un golpe se apagaron, el mismo golpe que dio vuelta en seco el elevador, si es que eso es físicamente posible, así también como la repentina transformación de una cápsula de metal en una de vidrio.
Y caímos, fuerte, rápido y yo con mis ojos abiertos como platos, sosteniéndome como podía, a una barra de metal y a mi vida. Vi al pasado que me acompañaba ahora sin un rostro definido pero con ojos bien azules abiertos de par en par mirándome como si temiera por mi vida en vez de por la suya y es que el pasado no puede existir sin mi presente y sin mi futuro.
Final mente nos estrellamos contra el suelo de cemento helado y el vidrio llovió  en mil diamantes que me disfrazaron de diva por un segundo antes de cortar mis brazos, mi cara y ya no me animé a ver mas porque todo estaba cubierto de mi sangre. El pasado se las arreglo para llevarme a un lugar seguro, sin saber como no me resbalaba de sus delgadisimos brazos con la sangre que mi cuerpo derramaba como una manguera pinchada. Recuerdo haber visto varias caras conocidas en esa habitación y no haber podido asociar esos rostros familiares a ninguna persona en concreto. Recuerdo sentir un dolor punzante al tiempo que pensaba que todo era un sueño, un sueño que se repetía al menos una vez por semana y entendiendo que el elevador que cae es mi propia vida a la que intento aferrarme pero de todos modos salgo herida. Escuche el sonido de la ambulancia y vi como entraba la luz de las sirenas por las ventanas antes de finalmente desmayarme.
Cuando abrí los parpados, tal como sabia que iba a pasar vi nada mas que el techo de mi habitación y la luz, esta vez del amanecer, buscando algún hueco por el cual asomarse.