y el espíritu desesperado, preso de una burbuja de tortura y sangre. Un destello de frenesí enfermo es ahora la única sombra de sus ojos.
Maldice en voz baja.
Es droga y es veneno. Es necesidad y padecimiento. Es la presencia de esta ausencia infinita.
Una sola pitada , ahogarse en el humo, la angustia, oh la infaltable y sofocante angustia;
El eclipse de aquel febrero fatal. Perecer en las ansias de vivir, cada mañana, cada tarde y cada noche.
Los granos de arena caen sin parar sobre si mismos y se pierden en un reloj que no tiene fin pero el tiempo se agota y las arrugas de cansancio aparecen tapando los zurcos que quemaron unos cuantos millones de lágrimas indetectables hace ya muchos veranos.
Se oye un alarido descomunal y el pronto eco aplastante.
La oscuridad arremete infalible en las pupilas barrosas llenas de nubes y de tierra otoñal.
El cuerpo yace tendido bajo un colchón de hojas de múltiples colores. Un espectro de él toma su lugar en el mundo porque debe continuar el ciclo por el resto de sus días.
Ninguna mirada toma nota.