miércoles, 19 de noviembre de 2014

Desde lo alto de la secuoya
que desgarra mi tierra 
siento en mis hojas
el frío de la eterna espera  

Miro hacia abajo, 
una multitud de verdes
amarillos, naranjas y blancos
matices imperceptibles

y mas allá las olas
que se mueven tristes
porque todo lo saben
y no tienen voz 
solo una furia imparable
despedaza barcos como un sable.

Una gota de sabia 
escapa de mi corteza
3200 años tarda en caer
y nunca toca el suelo
porque ahora es sangre seca.

Una gota de lluvia 
helada me penetra
y la escucho susurrar
como un eco deslizándose
por mis anillos, inmensa.

Vi a los hombres, me dijo
Ya vienen
y entonces solo finjo
sorpresa, pero siempre es lo mismo.

Ya no siento miedo, 
solamente me entrego
a esa gotita de agua
al cielo y la calma

El tiempo es una medida
para quien vive contando los días
pero ya viví 3200 años
y ya regué mis semillas.

Me quiero ir, le dije a esa gotita
enjaularon a mis aves
se robaron la miel de los enjambres
dejaron a un ciervito sin madre
y deshojaron todos mis valles.

Un sonido seco
otra vez el bosque invade
muevo mis ramas, para poder alertarles
vienen los hombres, los culpables de mis males

Un dolor agudo resquebraja el silencio
de vivir tres mil docientos años
siendo esclavo del tiempo
de pisadas, balas y cuervos.

Caigo lentamente y ya no veo el cielo
la muerte viene con los hombres
que se ríen mientras estoy en el suelo
oigo en la lejanía a otras miles de gotitas
murmurando alertas infinitas,

y la voz de un niño que grita
y abraza mis nudos en el anhelo
de no ser cómplice de la violencia
la ignorancia, y el flajelo.

Una gotita de lluvia que habla
y la lágrima de un cachorro humano
esas son las ultimas palabras
que quedan dispersadas
en el hueco en donde antes se encontraba
mi existencia anclada, mi existencia diezmada.

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