Escribo porque así asfalto los senderos de mi mente. Mi forma de tomarle una fotografía a los paisajes que se empecinan en encerraese alli y cada letra es una semilla en terrenos recónditos de mis ideas.
Escribo porque a veces mi guitarra no es suficiente o porque en la infinita red en la que estoy inmersa no encuentro una canción que me represente en el punto exacto.
Porque así o bien acabo con mi ausencia o la intensifico en calidad y ambas son necesarias. Porque mi abstracción es encontrarme, mi ausencia es una búsqueda y en esos momentos, escribir es mi única señal de vida al exterior.
Escribo porque si no me leo temo perder mi cordura, y lo plasmo en tinta porque necesito algo palpable ante el peligro de perder mi escencia. Es mi entendimiento porque hace tiempo decidí contemplar el mundo como un espectáculo que merece ser visto desde el margen, sin involucrarme, aunque él siempre trate de encontrar la manera de involucrarme a mi, quizás jamás aprendí a vivir. Porque intentando evitar las caidas me olvidé de aprender a caminar. Porque pensaba que analizando todo y tratando de encontrar etiquetas para cada aspecto de mi, iba a volverlo más propio pero siempre, siempre, me enriedo en mis ideales. En mi absurdo intento de reconocer y mantener un completo control sobre mi misma, terminé tirando mi juicio por la borda con el único deseo de huir lo más lejos posible. Dicen que cambiando de lugar, no se escapa de los problemas, pero yo no lo creo. Todos mis demonios ni siquiera me pertenecen, son la sombra de matices inestables de otros. Mis fantasmas se quedan donde nacieron, con sus progenitores. Yo me voy a buscar los mios propios.
Escribo, porque en cada palabra creo estar construyendo ante mis ojos, proyectando aquello que mis manos quisieran alcanzar, sostener en la realidad, porque así me es más fácil comprender lo que veo. Cada letra es un ladrillo en mi aquitectura del mundo, mi modo de pintar el universo, de pintar el silencio en el pentagrama de mi vida-