sábado, 18 de junio de 2011

Deslizándose por la vida, esta vez con los ojos cerrados, esperando una solución que ella no fue capaz de encontrar. Con la respiración acelerada, tomó una bocanada de aire y percibió la humedad. Pronto llovería. Encontrando consuelo en la idea de que aquella tormenta venidera jamás mermaría, y que con el golpeteo incesante de las gotas en los tejados, acallaría sus pensamientos cada vez más entresijados. Un valium o dos, quizás prozac y vicodin, cualquier cosa para anestesiar las punzadas. Un nudo en el estómago, un nudo en la garganta y otro más en la espalda, imovilizada.
Detuvo su andar de madrugada en medio de aquella calle en desolación y el viento helado la abrazó, sobrecogiéndola, poco a poco, lentamente escabulléndose por su piel. Cerró los parpados, escapó de su cuerpo. Era aire, era agua. Evocó al pasado en un segundo, mientras el semáforo seguía cambiando las luces eternamente y la noche le supo a nostalgia. Sacó la botella de su morral de cuero y dio un trago, profundo, amargo. Encendió un cigarrillo y aspiró su humo con fuerza llenando sus pulmones de tranquildad. Dejando sola a la soledad. Embriagada de incertidumres y vacios inconclusos, pasiones en slow motion, compañias languidecidas y su mirada de a ratos taciturna, así continuó su caminar nocturno, sin rumbo, sin reloj, sin pasado, sin futuro. Rendirle culto al silencio en la calma de una ciudad durmiente.


4 comentarios:

Mi mundo Irreal ಌ dijo...

Wow, me encantó ♥

Rocio dijo...

majestuoso nena, me encanto :) besooo!

Laura Sánchez dijo...

Yo siempre le rindo culto cuando tengo ocasión. Preciosa entrada.

Henar Bengale dijo...

Adoro la imagen. Y el texto.

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